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El polvo, los gatos, los cacahuetes, las cucarachas... Un grupo muy variado, pero una amenaza común: las alergias -una de las principales causas de enfermedad en EE.UU. Hasta 50 millones de norteamericanos, incluyendo millones de niños, padecen algún tipo de alergia. De hecho, se ha estimado que las alergias son las responsables de la pérdida unos 2 millones de días de clase al año en EE.UU.
Una alergia es una reacción desproporcionada del sistema inmunitario a una sustancia que es inofensiva para la mayoría de la gente. Pero en una persona alérgica, el sistema inmunitario trata a la sustancia (denominada alergeno) como un invasor y reacciona de manera inapropiada, provocando síntomas que pueden ir de las molestias leves a problemas que pueden poner en peligro la vida de la persona.
El sistema inmunitario de una persona alérgica, en un intento de proteger al cuerpo contra algo que percibe como una amenaza, produce anticuerpos denominados inmunoglobulina E (IgE) contra el alergeno. A su vez, estos anticuerpos hacen que unas células denominadas mastocitos liberen ciertas sustancias químicas, incluyendo la histamina, en el torrente sanguíneo para defenderse del alergeno "invasor".
Es la liberación de estas sustancias químicas lo que causa las reacciones alérgicas, que afectan a los ojos, la nariz, la garganta, los pulmones, la piel y/o el tubo digestivo. La posterior exposición al mismo alergeno (sustancias como el polen o los frutos secos) volverá a desencadenar la misma reacción alérgica. Esto significa que, cada vez que la persona se exponga o ese alergeno, sea comiendo determinado alimento o bien tocando o respirando determinada sustancia, presentará una reacción alérgica.
La tendencia a desarrollar alergias suele tener una base hereditaria, lo que significa que se puede "trasmitir" de padres a hijos a través de los genes. De todos modos, el hecho de que usted, su pareja o uno de sus hijos sea alérgico a algo no significa que todos sus hijos tengan que desarrollar necesariamente alguna alergia. Además, generalmente una persona no hereda una alergia en concreto, sino sólo una propensión a tener alergias.
De todos modos, una cantidad reducida de niños tiene alergias a pesar de que en su familia no hay ningún otro miembro que sea alérgico. Y, si un niño es alérgico a una sustancia, es probable que también lo sea a otras.
Algunas de las sustancias más habituales a las que es alérgica la gente son aerotransportadas (transportadas por el aire). Seguidamente describimos los más habituales:
La Academia Americana de Alergia, Asma e Inmunología estima que hasta 2 millones de niños norteamericanos, o el 8% de todos los niños de EE.UU. padecen alergias alimentarias, y que hay ocho alimentos que son los "culpables" de la mayoría de las alergias alimentarias infantiles: los huevos, el pescado, la leche, los cacahuetes, el marisco, la soja, los frutos secos y el trigo.
Algunos niños también tienen lo que se conoce como reacciones cruzadas. Por ejemplo, los niños que son alérgicos al polen de abedul pueden presentar reacciones alérgicas cuando ingieren manzanas porque la manzana contiene una proteína similar a la del polen de abedul. Otro ejemplo es que los niños alérgicos al látex (el material de los guantes y otros artículos de uso hospitalario) tienen más probabilidades de ser alérgicos a los kiwis y a los plátanos.
El tipo y gravedad de los síntomas de la alergia varían entre tipos de alergias y entre pacientes. Las alergias pueden aparecer como picor en los ojos o picor en la nariz, estornudando, congestión nasal, la estrechez de garganta, el problema que respira, e incluso choque (la tenuidad o desmayase).
Los síntomas pueden ir de leves o importantes molestias estacionales (por ejemplo, en las alergias desencadenadas por el polen o por determinados tipos de moho) a problemas que se manifiestan durante todo el año (desencadenados por alergenos como los ácaros del polvo o ciertos alimentos).
Debido a que los distintos alergenos abundan más en determinadas partes de un país o del mundo, los síntomas alérgicos también pueden variar en función donde viva uno. Por ejemplo, la alergia a los cacahuetes no existe en los países escandinavos, donde no se consumen cacahuetes, pero abunda en EE.UU., donde los cacahuetes no sólo son un alimento frecuente sino también un ingrediente habitual de muchos alimentos que se consumen en este país.
Los alergenos transportados por el aire pueden provocar un cuadro conocido como rinitis alérgica, que afecta a entre el 15 y el 20% de los norteamericanos. Se suele desarrollar en torno a los diez años de edad y alcanza su mayor virulencia entre los 20 y los 25 años, desapareciendo generalmente sus síntomas entre los 40 y los 60 años. Los síntomas incluyen:
Estos síntomas suelen ir acompañados de picor, lagrimeo y/o enrojecimiento de los ojos, lo que se denomina conjuntivitis alérgica. (Cuando se forman ojeras alrededor de los ojos enrojecidos, se conocen como "ojeras alérgicas"). Las personas que reaccionan a los alergenos aerotransportados suelen padecer rinitis alérgica y/o conjuntivitis alérgica. Si una persona presenta estos síntomas y también respiración sibilante y dificultad para respirar, es posible que su alergia haya evolucionado y se haya acabado convirtiendo en un asma de origen alérgico.
La gravedad de los síntomas de una alergia alimentaria y cuándo aparecen depende de:
Los síntomas de las alergias alimentarias incluyen:
Cuando a un niño le pica un insecto a cuyo veneno es alérgico, puede presentar algunos de los siguientes síntomas:
Muy poco frecuentemente, si la sensibilidad a un alergeno es extrema, un niño puede presentar una reacción anafiláctica (o choque (shock) anafiláctico). Se trata de una reacción muy intensa y repentina que afecta a varios sistemas corporales (como la piel y los sistemas respiratorio, digestivo y cardiovascular).
Los síntomas o reacciones graves a cualquier alergeno, desde a determinados alimentos hasta al veneno de ciertos insectos, requiere atención médica inmediata. Entre los síntomas de la reacción anafiláctica, se incluyen:
La reacción anafiláctica se puede producir al cabo de sólo dos segundos de exponerse a la sustancia desencadenante o puede tener una latencia de dos horas si ha sido desencadenada por un alimento. Puede afectar a varias partes del cuerpo.
De todos modos, afortunadamente las reacciones alérgicas graves que pueden poner en peligro la vida sólo se dan en una cantidad reducida de niños. De hecho, la incidencia anual de reacciones anafilácticas es baja -en torno al 30 sobre 100.000- aunque las personas con asma, eccema o fiebre del heno tienen más probabilidades de presentarlas. La mayoría -hasta el 80%- de las reacciones anafilácticas son desencadenadas por cacahuetes o frutos secos.
Algunas alergias son bastante fáciles de diagnosticar porque el patrón de síntomas que sigue a la exposición a determinados alergenos es fácil de identificar. Pero otras alergias son menos obvias porque sus síntomas recuerdan a los cuadros clínicos de otros trastornos.
Si su hijo presenta síntomas catarrales durante más de una semana o dos o siempre se "acatarra" en la misma época cada año, consulte con el pediatra. Probablemente éste le hará preguntas sobre los síntomas de su hijo y sobre cuándo suelen aparecer. Dependiendo de las respuestas que usted le dé y de los resultados de la exploración física del niño, el pediatra podrá emitir un diagnóstico y recetarle medicación o bien derivarle a un alergólogo para que le haga un estudio de alergia en profundidad y le recomiende un tratamiento.
Es probable que el alergólogo tenga que practicarle a su hijo pruebas cutáneas para determinar si es alérgico a los alergenos ambientales y alimentarios más comunes. Las pruebas cutáneas se pueden hacer en lactantes de pocos meses, pero son más fiables a partir de los dos años de edad.
Las pruebas cutáneas de alergia se pueden realizar de dos formas diferentes:
Si la reacción alérgica a un alimento u otro alergeno es muy intensa, se puede hacer un análisis de sangre en vez de una prueba cutánea para hacer el diagnóstico, porque así se evita exponer al paciente al alergeno. Las pruebas cutáneas son menos caras y más sensibles que los análisis de sangre para emitir un diagnóstico de alergia. Pero los análisis de sangre pueden ser más recomendables en niños con problemas cutáneos o que son extremadamente sensibles a un alergeno en particular.
Aunque las pruebas cutáneas o el análisis de sangre dé positivo, el niño deberá presentar también síntomas para que se le pueda diagnosticar una alergia. Por ejemplo, un niño con un resultado positivo en la prueba cutánea para los ácaros del polvo y que estornuda frecuentemente mientras juega en el suelo podrá considerarse alérgico a los ácaros del polvo.
No existe una cura real para las alergias, pero es posible aliviar sus síntomas. La única forma de controlar las alergias es reducir o eliminar la exposición a los alergenos. Esto significa que los padres deben educar a sus hijos desde pequeños, no sólo sobre la alergia en sí misma, sino también sobre las reacciones que pueden presentar si ingieren o entran en contacto con el alergeno.
Informar a todas y cada una de las personas que están al cuidado de su hijo (desde los monitores y profesores del colegio o guardería hasta los familiares y los padres de sus amigos) sobre la alergia que éste padece es igual de importantes para reducir al máximo los síntomas alérgicos del niño.
Si no es posible o factible reducir la exposición al alergeno, lo más probable es que el alergólogo le recete a su hijo medicamentos, incluyendo antihistamínicos (que se pueden adquirir sin receta medica) y corticoesteroides inhalados o en nebulizador nasal.
En algunos casos, el alergólogo también recomendará la inmunoterapia (vacunas para la alergia) a fin de ayudar a desensibilizar al niño al alergeno. Sin embargo, disparos de alergia son sólo útiles para alérgenos como polvo, el moho, los pólenes, los animales, y el insecto pican. Ellos no son utilizados para alergias de alimento, y para alguien con alergias de alimento debe evitar ese alimento.
Aquí tiene algunas medidas que usted puede adoptar para ayudar a su hijo a evitar los alergenos transportados por el aire:
Generalmente las alergias alimentarias no duran toda la vida (aunque las alergias al cacahuete, los frutos secos y el marisco pueden ser de por vida). Mientras persista la sensibilidad, la única forma de evitar los síntomas es evitar el alimento alergénico.
Si su hijo es extremadamente sensible a un alimento en particular o si padece asma aparte de la alergia alimentaria, probablemente el pediatra le recomendará llevar siempre encima adrenalina inyectable (también denominada epinefrina) para contrarrestar cualquier reacción alérgica que pueda tener su hijo. Es posible que el pediatra también le recomiende llevar siempre encima adrenalina inyectable si su hijo es alérgico al veneno de insecto.
La adrenalina inyectable, disponible en un envase fácil de transportar que parece un bolígrafo, es algo que millones de padres de niños alérgicos llevan siempre encima. Con un solo pinchazo en el muslo, estas inyecciones fáciles de administrar suministran suficiente adrenalina para contrarrestar la reacción alérgica.
Una caja de adrenalina inyectable suele contener dos inyecciones autoinyectables y un dispositivo para practicar, sin aguja ni adrenalina, que sirve para que usted o su hijo (si es lo bastante mayor) se entrenen en el uso del dispositivo. Es muy importante que usted se familiarice con el procedimiento practicando. El pediatra de su hijo también le dará instrucciones sobre cómo utilizar y conservar la adrenalina inyectable.
Si su hijo tiene 12 años o más, asegúrese de que siempre lleva encima adrenalina inyectable. Si su hijo todavía no ha cumplido 12 años, hable con la enfermería del colegio y con su tutor, así como con cualquier otra persona que esté a su cuidado, para que tengan siempre a mano la adrenalina inyectable por si hubiera una urgencia.
También es importante que se asegure de que tener siempre adrenalina inyectable en su casa, así como en las casas de los amigos de la familia y parientes que frecuenta su hijo. Es posible que el pediatra del niño también le recomiende llevar una placa de alerta médica colgada de una pulsera o cadena para el cuello. También es una buena idea llevar encima algún antihistamínico de venta sin receta médica, que puede ayudar a aliviar los síntomas alérgicos en algunas personas. Pero recuerde que los antihistamínicos no se deben utilizar nunca como sustitutos de la adrenalina.
Cuando un niño tenga que utilizar la adrenalina inyectable, luego deberá ir inmediatamente al servicio de urgencias de un centro médico u hospitalario, donde le administrarán tratamiento adicional si es necesario. Hasta un tercio de las reacciones anafilácticas cursan con un segundo episodio de síntomas varias horas después del ataque inicial, por lo que es recomendable tener al niño bajo observación en una clínica u hospital durante 4 a 8 horas después de la reacción, aunque parezca encontrarse bien.
La buena noticia es que sólo una cantidad muy reducida de niños tiene reacciones alérgicas graves que pueden poner en peligro su vida. Con un buen diagnóstico, las medidas preventivas adecuadas y un correcto tratamiento, la mayoría de los niños pueden mantener sus alergias bajo control y llevar vidas felices y saludables.
Nota: Toda la informacion incluida en este material tiene propositos educacionales solamente. Si necesita servicios para diagnostico o tratamiento, tenga a bien consultar con su medico de cabecera.
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