“Siesta” es una palabra de pocas letras, pero para muchos padres es una palabra sumamente importante. ¿Por qué? El sueño es un requisito fundamental para tener una buena salud y, para que los niños pequeños duerman lo suficiente, suele ser necesario que también duerman durante el día. Con el importante desarrollo físico y mental que experimentan los niños durante la primera infancia, las siestas les proporcionan el tiempo de descanso que necesitan para crecer y reponer fuerzas.
Las siestas también impiden que los niños lleguen a estados de agotamiento, algo que no solo repercute negativamente en su estado de ánimo sino que también dificulta que concilien el sueño por la noche. Y la hora de la siesta proporciona a los padres un breve período de calma durante el día, que pueden utilizar para las tareas domésticas o simplemente para relajarse.
No hay recetas universales sobre cuánto tiempo necesita dormir un niño durante las horas de luz. Todo depende de la edad, el niño y la cantidad total de sueño acumulado durante cada período de 24 horas. Por ejemplo, un niño de dos años puede dormir 13 horas seguidas por la noche y echar solo una breve cabezada durante el día, mientras que otro puede dormir nueve horas seguidas por la noche y necesitar una larga siesta de dos horas por la tarde.
Aunque las necesidades de sueño son marcadamente individuales, las siguientes directrices le darán una idea de los requerimientos de sueño promedio para cada grupo de edad:
Desde el nacimiento hasta los 6 meses: los lactantes necesitan dormir aproximadamente de 14 a 18 horas cada día. Los recién nacidos y los lactantes de pocos meses tienden a dormir y a despertarse a lo largo de las 24 horas del día, despertándose cada una a tres horas para comer. Conforme se acercan a los cuatro meses de edad, su ritmo de sueño se vuelve más estable. La mayoría de los bebés duermen entre nueve y 12 horas por la noche, generalmente con una interrupción para alimentarse, y hacen de dos a tres siestas cada día, de entre 30 minutos y dos horas cada una.
De 6 a 12 meses: los bebés de esta edad suelen dormir unas 14 horas en total cada día. Esto suele incluir un par de siestas cada día, que pueden durar de 20 minutos en algunos bebés a varias horas en otros. A esta edad, los lactantes pueden no necesitar despertarse por la noche para alimentarse, pero pueden empezar a experimentar ansiedad de separación, lo que puede contribuir a que tengan trastornos del sueño.
Primera infancia (de 1 a 3 años): los niños de esta edad suelen necesitar entre 12 y 14 horas de sueño, incluyendo una siesta de entre una y tres horas por la tarde. Los niños de poco más de un año pueden seguir necesitando echar dos cabezadas durante el día, pero estas no deberían hacerse demasiado cerca de la hora de dormir, ya que podrían hacer que les costara más conciliar el sueño por la noche.
Etapa preescolar (de 3 a 5 años): los preescolares duermen un promedio de entre 11 y 12 horas por la noche, haciendo una siesta por la tarde. La mayoría dejan de hacer la siesta en torno a los cinco años.
Etapa escolar (de 5 a 12 años): durante la etapa escolar, los niños necesitan dormir entre 10 y 11 horas por la noche. Algunos niños de cinco años siguen necesitando hacer la siesta y, si les resulta imposible hacer la siesta con regularidad, pueden necesitar acostarse antes por la noche.
La mayoría de los padres subestiman la cantidad de sueño que necesitan sus hijos. Por eso, usted debería observar a su hijo para reconocer los signos de la falta de sueño, que pueden ir desde los más evidentes, como el cansancio, hasta problemas más sutiles que afectan al comportamiento y al rendimiento escolar.
Pregúntese a sí mismo:
Si usted contesta afirmativamente a cualquiera de estas preguntas, considere la posibilidad de hacer reajustes en el horario de sueño de su hijo. Puede tardar varias semanas en encontrar una rutina que funcione. Hable con el médico de su hijo si hay algo que le preocupa sobre su patrón de sueño.
La clave para que un niño duerma bien a la hora de la siesta puede residir en algo tan sencillo como ayudarle a desarrollar lo antes posible una buena rutina para hacer la siesta. Durante la etapa de la lactancia, fíjese en pistas como ponerse inquieto y frotarse los ojos, y acueste a su hijo cuando parezca tener sueño, no cuando ya se haya quedado dormido. Esto le enseñará a conciliar el sueño por sí mismo, una habilidad que se volverá más importante a medida que su hijo se vaya haciendo mayor. Música suave, la habitación en penumbra y contarle un cuento o cantarle a la hora de acostarlo pueden ayudar a hacer la transición de la vigilia al sueño, aparte de tranquilizar a su hijo.
Durante la primera infancia y la etapa preescolar puede ser más difícil adherirse a la rutina de hacer la siesta. Aunque a muchos niños les sigue encantando hacer la siesta, otros no querrán perderse ni un minuto de acción y lucharán con todas sus fuerzas contra el sueño incluso aunque se les estén cayendo los párpados. En estos casos, no permita que la hora de la siesta se convierta en una batalla: no puede obligar a su hijo a conciliar el sueño, pero puede insistir en que necesita un tiempo de tranquilidad. Deje que su hijo lea libros o juegue tranquilamente en su habitación. Los padres se suelen sorprender de lo rápidamente que el tiempo dedicado a actividades reposadas se acaba convirtiendo en tiempo de sueño. Pero, aunque su hijo no se duerma, por lo menos dedicará un tiempo al descanso que tanto necesita. Si su hijo ha dejado de hacer la siesta, considere la posibilidad de adelantar la hora a la que se acuesta por la noche.
A muchos padres les preocupa que el hecho de que sus hijos hagan la siesta pueda interferir en su patrón de sueño nocturno, sobre todo los días en que hacen la siesta hacia al final de la tarde. Pero, antes de eliminar definitivamente la siesta en un intento de que su hijo llegue a la noche agotado, considere lo siguiente. Los niños que han descansado por la tarde se tranquilizan más deprisa por la noche que los que están completamente agotados. Los niños que se acuestan por la noche demasiado cansados suelen estar activados, tensos, inquietos, son incapaces de tranquilizarse para poder conciliar el sueño y más proclives a despertarse por la noche.
Si le parece que el hecho de que su hijo esté haciendo la siesta demasiado tarde es la causa de sus dificultades para conciliar el sueño por la noche, pruebe a adelantar un poco la hora de la siesta, lo que tal vez implique despertar a su hijo más temprano por la mañana para que pueda hacer antes la siesta.
También puede probar a despertar a su hijo de la siesta antes de lo habitual para que tenga un período de actividad más largo antes de acostarse por la noche. En otras palabras, trate de hacer algunos ajustes en el horario de sueño de su hijo antes de eliminar por completo la siesta. ¡Tanto usted como su hijo se encontrarán mucho mejor si él la sigue haciendo!
Nota: Toda la informacion incluida en este material tiene propositos educacionales solamente. Si necesita servicios para diagnostico o tratamiento, tenga a bien consultar con su medico de cabecera.
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