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La vida se te puede volver más complicada cuando eres un adolescente. Aparte de todos los cambios corporales y emocionales que estás atravesando, tienes que tomar más decisiones, hacer más elecciones y afrontar más estrés en tu centro de estudios, el deporte, el trabajo, la familia e, incluso, las amistades.
Entonces, ¿con quién puedes hablar sobre lo que te preocupa de tu desarrollo físico y emocional? A veces, tus amigos o a tus padres te pueden ayudar, pero también puedes hablar con tu médico.
Cuando eras un niño pequeño, tus padres se preocupaban de cosas como pedir hora de visita, comprarte los medicamentos de venta con receta médica y asegurarse de que te los tomabas. Ahora que te estás haciendo mayor tal vez quieras hacerte cargo o responsabilizarte de tus cuidados médicos, o tal vez se espera de ti que lo hagas.
Conforme te vayas haciendo mayor, las cuestiones que deberás afrontar se pueden volver más complicadas y más personales. Las cuestiones relacionadas con la salud, que pueden haber sido más sencillas hasta ahora, pueden empezar a incluir preocupaciones sobre cosas como el desarrollo sexual, las emociones o problemas relacionados con el peso. Es importante encontrar a alguien con quien puedas hablar que esté bien informado y en quien puedas confiar.
Muchos adolescentes se encuentran cómodos hablando con sus padres sobre prácticamente cualquier cosa, en cualquier momento. Pero asumámoslo, eso no es algo que le pase a todo el mundo. Algunos adolescentes, a pesar de mantener una relación bastante abierta con sus padres, no se sienten cómodos hablando con ellos sobre ciertos temas.
Es ahí donde te puede ayudar tu médico o enfermero.
Tu médico y tu enfermero tienen una formación que les permite ayudarte cuando haya algo que te preocupe relacionado con tu salud o con tus emociones. Puedes hablar con ellos; te escucharán y te harán preguntas, intentado resolver lo que te preocupa. En eso consiste su trabajo.
Aunque al principio pueda darte vergüenza hablar sobre cuestiones personales o íntimas (como el desarrollo físico o la salud sexual), ayuda saber que los médicos están acostumbrados a tratar ese tipo de preocupaciones (y todo tipo cuestiones) todos los días. Y a veces ignorar los riesgos de no hablar con tu médico puede ser mucho peor que el apuro que puedas sentir al plantearle cuestiones delicadas relacionadas con tu salud.
Tal vez te estés desarrollando más deprisa o más despacio que tus amigos y quieras saber qué es lo que te pasa. Quizás haya momentos en que te sientas más depresión o enfadado de lo habitual. Las sensaciones sexuales, las vivencias y los comportamientos sexuales que estás experimentando también te pueden confundir. Cuestiones que no te habías planteado nunca, como las enfermedades de transmisión sexual (ETS) y el embarazo, pueden entrar, de golpe, en tu radar de preocupaciones.
Es completamente normal que te pongas nervioso cuando tengas que hablar con tu médico sobre temas como el sexo, las drogas, los problemas relacionados con la alimentación, las preocupaciones relacionadas con el peso, la depresión, las ideas suicidas e, incluso, el olor corporal.
Deberías poder hablar con tu médico sobre cualquier cosa, pero es más fácil decirlo que hacerlo. Que te exploren y te hagan preguntas sobre tu cuerpo también te puede resultar violento, sobre todo si el médico te tiene que explorar partes de la anatomía que siempre has considerado íntimas, como los genitales o los senos.
Para que la experiencia te resulte más llevadera, ten en cuenta los siguientes aspectos:
Muchos adolescentes se sienten cómodos hablando con sus padres sobre cualquier tipo de problema médico, pero hay otros que prefieren guardarse para sí mismos ciertos aspectos de su salud. Puesto que, por lo general, los padres necesitan involucrarse en los cuidados médicos de sus hijos hasta que estos cumplan los 18 años, puede ayudar encontrar un “punto intermedio" que te permita preservar tu privacidad y satisfacer las necesidades de tus padres.
He aquí algunas ideas sobre cómo enfocar la participación de tus padres en tus cuidados médicos:
Es una buena idea que antes hables con tus padres sobre este tipo de cuestiones; es algo que hacen muchos adolescentes. Pero, si te resulta imposible hablar con uno de tus padres u otro adulto responsable de tu familia, seguirás necesitando recibir cuidados médicos. Es ahí donde entra en juego el tema de la confidencialidad.
Por confidencialidad, entendemos que el tratamiento médico que recibes permanece entre tú y tu médico, sin que sea necesario que tus padres den su consentimiento. La confidencialidad favorece la sinceridad y la apertura entre un paciente y su médico. La mayoría de los estados garantizan que los adolescentes se puedan beneficiar de la confidencialidad en algunas cuestiones médicas delicadas, como la educación en salud sexual y el tratamiento de problemas de salud sexual, cuestiones de salud mental, como el suicidio y la depresión, y el consumo de drogas. La educación en salud sexual y el tratamiento de problemas de salud sexual incluyen el asesoramiento, el control de la natalidad, los cuidados durante el embarazo y las pruebas para diagnosticar ETS, así como el tratamiento de estas enfermedades.
Entonces, ¿dónde puedes obtener este tipo de servicios? Muchos médicos de familia no tendrán ningún inconveniente en tratar a sus pacientes en edad adolescente de forma confidencial. Por lo tanto, le puedes preguntar a tu médico de familia si estaría dispuesto a hacerlo. Si no estás seguro de que tu tratamiento vaya a ser confidencial, pregúntaselo antes: Algunos médicos tratarán a sus pacientes adolescentes de forma confidencial solo si sus padres han dado previamente su consentimiento. La mayoría de los médicos no tienen ningún inconveniente en preservar la confidencialidad a menos que consideren que su paciente está en peligro o representa un peligro para otras personas; en esos casos, el médico está obligado a informar a los padres del adolescente.
Algunos centros de enseñanza ofrecen consultorios médicos a sus alumnos en horario escolar. Un adolescente también se puede dirigir a un centro de planificación familiar o un ginecólogo (un médico especializado en la salud reproductora) de un centro de salud público para recibir asesoramiento sobre salud sexual y tratamiento de problemas sexuales de forma confidencial. Si no quieres que se enteren tus padres y, por lo tanto, no puedes utilizar el seguro médico familiar, estos centros suelen ofrecer servicios más baratos o facilitar los pagos a los adolescentes. La mayoría de los consultorios médicos ubicados en centros de enseñanza y en centros sanitarios públicos que tratan a adolescentes son muy cuidadosos a la hora de preservar la confidencialidad.
A muchos padres les gusta la idea de que sus hijos adolescentes puedan ir al médico cuando lo necesiten. Comenta con tus padres la idea de ir al médico por tu cuenta cuando lo necesites. Es posible que te tengan que llamar del consultorio médico para darte los resultados de tus pruebas médicas de forma confidencial. Indica a tu médico la mejor forma de dar contigo de forma confidencial, facilitándole, por ejemplo, el número de tu teléfono móvil. Puesto que el médico cobrará unos honorarios por sus servicios, habla con tus padres y con el médico sobre cómo organizarán el tema de los pagos aunque la visita sea confidencial.
Cuanto mejor conozcas tu cuerpo, mejor podrás llevar el control de tu propia salud. Encontrar un médico a quien respetes y que te respete, alguien que te dé confianza y con quien te puedas abrir, te abre el camino para que te responsabilices del cuidado de tu propia salud para el resto de tu vida.
Nota: Toda la informacion incluida en este material tiene propositos educacionales solamente. Si necesita servicios para diagnostico o tratamiento, tenga a bien consultar con su medico de cabecera.
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